Si hiciéramos una encuesta a los niños acerca de cuál es su estación del año preferida seguramente el verano ganaría por goleada.
Los días son más largos, hace más calor, no tienen colegio, ven a sus amigos, bajan a la piscina, salen a navegar, van a la playa, están mucho tiempo fuera de casa…
No obstante, la piel es uno de los órganos que más sufre en verano precisamente por factores ligados a estos alicientes. La radiación solar, el salitre del mar, el cloro de las piscinas, el sudor… pueden causar problemas dermatológicos y agravar patologías ya existentes.
Aquí van unos consejos para que eso no suceda:
Dermatitis atópica en verano
El aumento de las temperaturas, menor número de procesos febriles, viajar a zonas costeras más húmedas… todo ello suele repercutir en una mejoría de los pequeños con dermatitis atópica. Sin embargo, no todos los factores ligados al verano son igualmente benignos para la piel de los niños con dermatitis atópica.
Por ejemplo, el cloro de las piscinas puede agravar el eccema y la higiene cotidiana en zonas vacacionales con aguas muy calcáreas o que tienen una gran concentración de magnesio multiplica la irritación de este tipo de epidermis.
No obstante, no es posible ni tampoco deseable privar a los pequeños de las jornadas de diversión en la piscina y desde luego no es posible modificar la composición del agua corriente de los destinos de vacaciones.
Por ese motivo, conviene hacer una visita al dermatólogo antes de iniciarlas para que el profesional evalúe el estado del niño y ayude a trazar un plan personalizado para que el pequeño disfrute del verano sin sufrir a causa de su piel.
Asimismo, puede recomendar cremas con efecto pantalla que aíslan bastante bien la piel del agua clorada y acortar la duración de los baños. Asimismo, enjuagar la piel con agua dulce después de cada baño puede ayudar a reducir los brotes.
En estos meses de verano, es importante no descuidar las rutinas del cuidado diario de la piel de los niños con dermatitis atópica y (salvo que el dermatólogo indique lo contrario) mantenerlas incluso aunque la familia vaya a lugares en los que mejora el curso de la dermatitis.
Ojo con los moluscos
En esta época del año los niños están más expuestos a la infección por moluscos. Esto se debe a un mayor uso de las piscinas, a que la piel está más descubierta y expuesta al contacto con otras personas que, a su vez, también llevan más superficie de la piel al aire y a que frecuentamos más los lugares húmedos y cálidos (vestuarios, zonas de ducha…).
Esta infección vírica no es peligrosa, pero sí es contagiosa por contacto directo estrecho. Es especialmente frecuente en niños, especialmente si tienen dermatitis atópica.
Los moluscos causan lesiones cutáneas muy características. Se trata de pequeños bultitos de color rosado, amarillento o blanquecino que aparecen en forma de racimo. Estas protuberancias no causan dolor, pero sí un gran picor.
Aunque no se trata de lesiones graves y tienden a resolverse espontáneamente, lo cierto es que tardan mucho en desaparecer; años incluso. Por este motivo, normalmente se recurre al tratamiento en la consulta del dermatólogo.
La terapia se establece en función de la edad del niño, la extensión de las lesiones y la tolerancia del pequeño a ciertos procedimientos que pueden resultar molestos. Normalmente, lo que se hace es extirpar la lesión mediante curetaje (raspado) o aplicar ciertos productos tópicamente para hacer desaparecer las lesiones y acelerar su curación.
Peques protegidos del sol
- Los bebés menores de seis meses no deben exponerse al sol en ningún caso y no es recomendable que vayan a la playa.
- Si los llevan, no debería ser por mucho tiempo y siempre deben permanecer en una zona de sombra, preferiblemente vestidos con ropa ligera de tenidos naturales, como el algodón. Aun así, hay que tener en cuenta que los bebés se queman con mucha facilidad y que la arena de la playa o el agua de la piscina reflejan la radiación ultravioleta.
- A partir de los seis meses, el bebé puede ir a la playa y la piscina debidamente protegido. Las cremas solares en bebés muy pequeños no son muy recomendables porque pueden causar irritaciones. Además, los bebés tienden a llevarse las manos y los pies a la boca, con lo que pueden ingerir el producto.
- Por tanto, los bebés deben estar protegidos del sol con filtros físicos (camisetas, gorros, pañuelos, gafitas de sol, sombrillas, toldos…). Entre los seis meses y los tres años de edad pueden usarse filtros solares minerales; formulados para que los rayos solares reboten sobre la crema y no penetren en la piel.
- Suele tratarse de productos más densos que los que incorporan filtros químicos, pero son los adecuados en esta franja de edad, especialmente si el pequeño tiene piel sensible o atópica.
- A partir de los tres años ya se pueden usar cremas solares infantiles de amplio espectro con filtros químicos (protegen de la radiación ultravioleta A, ultravioleta B y de los infrarrojos). El SPF debe ser en torno a 50.
- Aunque en la etiqueta ponga que el producto es resistente al agua, es conveniente renovar la aplicación cada hora y media o dos horas y siempre después de cada baño. Igual que con los adultos, no hay que olvidarse de poner crema en la cara, las orejas, la nariz, los empeines y el cuello.
- También igual que en la población adulta, los más pequeños de la casa deben llevar medidas fotoprotectoras adicionales: ropa larga, gorro, gafas de sol.
- Usar ropa de protección UV que esté etiquetada «UPF 50» (camisetas de lycra® de manga tres cuartos y algo de cuello). Además de muy eficaz es cómoda porque ahorra a los padres tener que perseguir a los niños con el bote de crema después de cada baño.
- Inculcarles que estén a la sombra cuando vayan a jugar o a descansar.
(Fuente: Grupo Pedro Jaén)
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